
La reciente desaparición de la Asociación Nacional de Criadores de Ganado Caprino de Raza Blanca Andaluza o Serrana, tras 17 años de trabajo ininterrumpido, marca un momento crítico para la conservación de nuestras razas autóctonas. La falta de respuesta administrativa y la asfixia económica han obligado al cese de su actividad, dejando en el aire la gestión de un valioso patrimonio genético que custodia tanto la memoria rural como la biodiversidad viva de nuestro territorio.
Las asociaciones de ganaderos están oficialmente regidas por la autoridad competente y, según su ámbito geográfico, pueden ser de reconocimiento nacional o autonómico. Estas entidades desempeñan una función clave en la conservación, mejora y promoción de las razas ganaderas, especialmente las autóctonas en peligro de extinción.
El Real Decreto 45/2019, actualmente en vigor, regula el reconocimiento de las asociaciones de criadores y sus programas de cría. Estas deben contar con una base de datos que incluya, al menos:
a) Libros genealógicos con la identificación de los animales y el sistema de registro de genealogías.
b) Resultados del programa de cría.
c) Relación de criadores con sus efectivos.
d) Relación de explotaciones colaboradoras.
f) Otros datos de interés para la conservación y el fomento de la raza.
Anualmente, estas asociaciones informan al Sistema Nacional de Información de Razas (ARCA), dependiente del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación. También pueden promover la creación de bancos de germoplasma que garanticen la reconstitución de la raza dentro del programa de cría, considerados como la "colección núcleo".
Además, cada asociación puede presentar, para su aprobación, un programa de difusión de la mejora de su raza, que puede incluir:
a) Asesoramiento zootécnico.
b) Formación a ganaderos.
c) Publicaciones, catálogos de reproductores y actividades de divulgación.
d) Distribución de dosis seminales, embriones y material genético.
e) Certámenes de ganado selecto y pruebas funcionales.
f) Organización y venta de reproductores y material genético.
g) Planes de promoción y exportación.
La estructura técnica y normativa está definida, pero para cumplir con estas funciones es imprescindible dotar a las asociaciones de recursos humanos, materiales y financieros suficientes. La realidad, sin embargo, es otra. Muchas asociaciones sobreviven gracias a los recursos propios basados en las cuotas de sus socios, convenios puntuales con diputaciones o centros de investigación, o ayudas públicas que, en muchos casos, no llegan a tiempo o no están adaptadas a las verdaderas necesidades del sector.
De las 166 razas reconocidas oficialmente como razas autóctonas en España, 148 están catalogadas como amenazadas. Son razas profundamente ligadas a sus territorios, que desempeñan funciones esenciales en los ecosistemas, modelan el paisaje, generan alimentos de calidad y aportan riqueza cultural y social al medio rural. Y, sin embargo, estas razas sobreviven en estructuras pequeñas, muchas veces precarias, intentando sostenerse en un mercado globalizado que prioriza la inmediatez, la productividad y el volumen.
El esfuerzo constante por justificar su valor, por explicar su impacto en la sostenibilidad del planeta, por mantener vivos los saberes locales y las economías rurales, termina por desgastar a quienes están detrás. A pesar de las reuniones, los informes, las investigaciones y las reivindicaciones, muchas veces las asociaciones no se sienten escuchadas, y los plazos institucionales no responden a la urgencia de sus necesidades.
La desaparición de la Asociación Nacional de Criadores de la Raza Blanca Andaluza o Serrana es una alerta. No solo se pierde una entidad: se pone en riesgo el acceso a datos genealógicos, a programas de mejora, a la estructura que daba soporte técnico y humano a una raza ligada a nuestras sierras. ¿Qué ocurrirá ahora con ese patrimonio genético? ¿Qué impacto tendrá esto en los compromisos adquiridos por los ganaderos dentro de la PEPAC? ¿Quién escucha nuestras voces, y el eco de los cencerros?
Desde el sector hacemos un llamamiento urgente: necesitamos estructuras vivas, fuertes, sostenidas, capaces de seguir cuidando la diversidad que hemos heredado. Porque conservar una raza es conservar una forma de vida, un conocimiento compartido, y un futuro posible para nuestros medios rurales.
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